“Sus ojos temblorosos y su cuerpo escondido tras el metal gritan en silencio el miedo, la soledad y el deseo desesperado de ser visto, amado y salvado.”.pi

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Entre los rincones fríos del metal y el asfalto, este perro busca desaparecer. Su cuerpo tiembla, su hocico apenas asoma entre las sombras, y sus ojos —esos ojos llenos de vida alguna vez— ahora reflejan solo miedo y cansancio.

No entiende por qué el mundo se volvió tan cruel. Cada paso que se acerca lo hace retroceder un poco más, como si el aire mismo pudiera golpearlo. El olor del metal, el eco de las voces humanas, todo le recuerda que ya no confía, que la traición lo marcó más que las heridas de su piel.

En ese rincón sucio, con un vaso caído junto a él, su respiración se entrecorta. Pero dentro de su pecho aún queda una chispa, una pequeña esperanza: la de una mano amable, una voz suave que no grite, una mirada que no juzgue.

Su miedo no es odio. Es dolor acumulado, el eco de haber sido amado una vez y olvidado después. En silencio, pide solo una cosa: “Por favor… no me dejes aquí otra vez.”