“Sus ojos oscuros y su hocico atado revelan el miedo, la traición y el silencio de un alma que solo quiso amar y terminó prisionera del dolor.”.PI

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Atrapado contra el muro, con una cuerda que le corta el hocico, este perro mira al vacío con los ojos llenos de miedo y resignación. No ladra, no se mueve; solo respira despacio, como si temiera que el aire también pudiera lastimarlo.

Su piel muestra cicatrices invisibles, esas que deja el abandono. Cada mirada hacia la persona que lo sostiene mezcla temor y esperanza: miedo de volver a ser herido, esperanza de que, tal vez esta vez, no lo abandonen.

El hilo que aprieta su rostro no solo encierra su cuerpo, también su voz, su derecho a ser libre. Detrás de ese silencio forzado se esconde un corazón que aún late con ternura, que aún sueña con una mano suave y un hogar donde no haya gritos ni dolor.

Porque incluso después del maltrato, sus ojos siguen hablando. Dicen, sin palabras: “No te odio, humano… solo quiero que me veas como yo te veo: con amor.”